Respecto de su etología, las tortugas moras son animales ectotérmicos
que se exponen al sol durante las primeras horas del día a fin de
calentar su cuerpo y acelerar las funciones metabólicas. La exposición
a la luz solar les permite absorber los rayos ultravioletas necesarios por la síntesis de la vitamina D. El incremento de temperatura corporal es necesario para activar los enzimas
implicados en la digestión. A temperaturas atmosféricas superiores a
27 °C, las tortugas se muestran apáticas y excavan pequeños agujeros
cubiertos por vegetación baja o se esconden en pequeñas grietas con el
objeto de refrescarse. Cuando vuelven a bajar las temperaturas,
regresan a la actividad. En las zonas donde los veranos son más
tórridos, como en el norte de África o en Oriente próximo, la Testudo
graeca realiza una estivación de unas semanas o meses esperando
enterrada a que refresque. En las zonas donde hace frío realiza la
hibernación.
En otoño, con la bajada de las temperaturas, los reptiles dejan de
alimentarse durante unos veinte días por poder vaciar completamente el
intestino de restos de comida. Se van volviendo más apáticas y, en
noviembre o diciembre, según la latitud, empiezan a enterrarse o
refugiarse en lugares protegidos y caen en un estado de hibernación.
La temperatura ideal por la hibernación es de 5 °C. Temperaturas
inferiores a 2 °C provocan daños cerebrales o la muerte, mientras que
si son superiores a 10 °C traen la tortuga a un estado de
subhibernación, peligroso puesto que el animal consume más rápidamente
las reservas de grasa que le deben durar todo el invierno. En estado
natural, las tortugas se entierran a una profundidad entre la
superficie del suelo y veinte centímetros.
La hibernación es una fase metabólica vital para esta especie, y lo
único que la puede impedir es una enfermedad u otra circunstancia
debilitante.
De hecho, la principal causa de muerte en el caso de ejemplares que
han de hibernar en espacios interiores preparados por criadores
aficionados es la temperatura, si es demasiado alta para permitir la
hibernación pero demasiada baja para que el animal continúe
alimentándose.
En una situación así, si se quiere mantener al animal activo, hará falta colocarlo dentro de un terrario
calentado con un punto cálido a 28 °C y un punto fresco y sombreado a
18 °C, con un sustrato de unos cinco centímetros de profundidad
compuesto de un 40 de turba oligotrófica, un 40 de humus (sin fertilizantes ni pesticidas) y un 20 de tierra de río. Es esencial que haya una lámpara de rayos ultravioletas especial para reptiles, necesaria por la síntesis de vitamina D, vitamina implicada en el metabolismo del calcio.[4]
Si, en cambio, se prefiere una hibernación controlada, hará falta
poner la tortuga en un contenedor protegido de los roedores con una red
metálica, lleno del mismo tipo de sustrato que se describe en el
párrafo anterior. El contenedor se deberá poner en un espacio oscuro
con temperaturas entre 4 y 8 °C y una humedad ambiental de
aproximadamente un 70%. Las tortugas se suelen despertar en el mes de
marzo, cuando las temperaturas se vuelven más cálidas.[4]
Sentidos
Las tortugas tienen una vista
excelente: saben distinguir formas y colores e incluso pueden reconocer
personas. Tienen un sentido de la orientación muy preciso, si se las
mueve unos centenares de metros del territorio al que pertenecen
vuelven en poco tiempo. Son muy sensibles a las vibraciones del suelo
aunque no tengan un oído desarrollado. En cambio, el olfato está bien desarrollado y tiene un papel importante en la búsqueda de alimento y de parejas sexuales.
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